El oasis de Tinghir se extiende a lo largo de cincuenta kilómetros, de los cuales la parte más impresionante son las gargantas del Todgha, talladas en la roca por el río del mismo nombre, dando lugar a acantilados de piedra caliza de 300 metros de altura. Los espléndidos cañones impresionan con sus espectaculares picos que se precipitan hacia el lecho del río, lo que los convierte en un paraíso para escaladores y excursionistas.
Las gargantas del Todgha ocupan un lugar clave en el valle, por una parte, al proteger el curso del río que riega los campos y los palmerales paradisíacos y, por otra, por su función simbólica y su identidad para la población de la región desde tiempos remotos.
El gran cañón de Marruecos
Las gargantas del Todgha crean una gigantesca falla verdosa en medio de una zona árida que las poblaciones han conseguido desarrollar gracias a la implantación de ingeniosos y ancestrales sistemas de riego, llamados “tirgiwin”, es decir canales en amazigh o seguias en árabe. Desde el río, alimentan el valle y los pueblos que lo componen, permitiendo un policultivo basado en olivos, manzanos, almendros, albaricoques, cereales y alfalfa. El valle también ha conservado muchos ksours y kasbahs con siglos de antigüedad, que se extienden a lo largo del uadi. En definitiva, un verdadero patrimonio cultural que recuerda el glorioso pasado de la región.
Las cumbres de las gargantas ofrecen un paisaje digno de las películas Western. Desde las alturas, las vistas se extienden por cientos de kilómetros, hasta el borde del desierto en el sur y el Alto Atlas en el norte. Desde la carretera que domina el magnífico oasis, se pueden captar preciosas imágenes de los magníficos paisajes, que compiten en contraste, desde el rojo ocre de las paredes hasta el verde azulado del valle.
Caminatas que dejan sin aliento
A menudo llamado el Gran Cañón de Marruecos, el valle del Todgha es famoso por sus vertiginosos acantilados y sus difíciles caminos. A pie o en bicicleta de montaña, hay muchas excursiones disponibles, que van desde unas pocas horas alrededor y en los valles, hasta el senderismo de varios días en los confines de la región.
Entre murallas, barrancos y río, los aventureros explorarán una naturaleza grandiosa y espectacular, y descubrirán la diversidad cultural de las poblaciones campesinas locales, incluidas las de las tribus nómadas. Además, hay varios puntos de escalada equipados, pero es necesario ir acompañado de un profesional para sortearlos.
Los lugares que no debe perderse son Ait Tizgui, que domina la entrada de las gargantas, el paso de Agart Noro, de 2100 m de altura, y el pueblo de Tamtatoucht, la Rosa del Todgha.
El valle del Todgha esconde vetas de plata explotadas desde hace mucho tiempo y las fuentes históricas mencionan la acuñación de su moneda por artesanos judíos en el siglo VIII.
Es en este contexto donde aparece el primer taller monetario marroquí (Dar as-sakka), cerca de una duna de plata, bajo la jurisdicción del Emirato Jariyita de Sijilmassa, de mediados del período de la dinastía real, que acuñó monedas para los Idrisíes en 788, así como para los Aghlabíes de Ifniqiya (actual Túnez). Los Idrisíes también acuñaron en la ciudad de Ziz en Tafilalet en el año 793.
El Todgha estaba compuesto por varios Ksours fortificados y autónomos entre sí, incluyendo algunos mellahs. La ciudad de Tinghir se construyó en torno a los restos del Todgha y heredó su memoria, de ahí el gran simbolismo del desfiladero para los lugareños.
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