Entre los Amazigh, la celebración de la boda adquiere la magnitud de un festival que dura 7 días de alegría y buen humor. El primer día, la procesión formada por monturas cargadas de cestas llenas de regalos, cabras y mujeres jóvenes que cantan con bendirs en las manos se dirige a la casa de los padres de la novia. A su llegada, la caravana es recibida por los invitados de la novia con leche, dátiles, miel y mantequilla. Tras la ceremonia de la henna, la novia se prepara para abandonar el hogar paterno. Una vez que la comitiva es recibida por el novio en su casa, comienza la primera vigilia y el ritual de Alaakissa que prohíbe al novio pasar la primera noche con su esposa. El segundo día, a primera hora de la tarde, los padres del novio reciben a los invitados que llegan con una ofrenda de ovejas, azúcar, té, menta, harina y otros artículos. Durante esta ceremonia, la música, el canto y el baile continúan. Después de la gran fiesta viene la noche de bodas. Los invitados esperan fuera para ver el paño blanco manchado de sangre: un signo de la virilidad del hombre y la virginidad de su esposa. A partir del tercer día, la joven pareja es invitada durante cuatro días seguidos por cuatro familias diferentes que les acogen con gran hospitalidad y generosidad, al tiempo que garantizan la continuidad de las fiestas con banquetes, grupos de canto y baile, invitados y regalos… Al séptimo día, los novios regresan a casa y ofrecen una recepción a sus familiares y amigos cercanos. Al octavo día, la nueva vida de la joven pareja comienza por fin.
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