Tamegroute, la cuna de la Zaouia Naciria, se encuentra a 18 km de Zagora. El pueblo alberga talleres ancestrales, donde generaciones de ágiles manos dan forma a una cerámica única en su género. Verdadero patrimonio artesanal y cultural, esta cerámica se distingue por su esmalte de increíbles tonos verdes, cuyo secreto reside en un saber hacer ancestral y exclusivo.
Los artesanos de Tamegroute fabrican con pasión y orgullo una cerámica que rara vez es inigualable. Se declina en objetos útiles y decorativos, con paredes gruesas, colores ricos y profundos, y superficie irregular. La paleta de infinitos tonos de verde, los goteos, las gotas y las ondulaciones son las imperfecciones naturales que dan a las piezas su encanto. Verdaderas piezas de colección, vestidas con un hermoso esmalte de color esmeralda, abeto o verde oliva, y decoradas con magníficos motivos inspirados en la rica cultura de la región. También están disponibles en una versión blanca brillante, decorada con henna.
El catálogo contiene elegantes piezas de todas las formas y tamaños: tagines, platos, ollas, jarras, portavelas, ceniceros, lámparas de aceite, azulejos decorativos e incluso baldosas y lavabos. Estos productos están disponibles a precios asequibles en las tiendas de la entrada del pueblo y se venden en todas las regiones del Reino e incluso se exportan a Europa.
Diseñados según las reglas de un arte ancestral, estos objetos rústicos son muy resistentes, no temen al calor ni a la humedad, y su color nunca se desvanece. Tienen un aura increíble y encajan en cualquier espacio.
Tierra, fuego y poción mágica
Los talleres de Tamegroute han permanecido casi inalterados desde su construcción a mediados del siglo XVII. Por lo tanto, se consideran entre los más antiguos de Marruecos todavía en actividad. La arcilla se trabaja según procesos exclusivos, transmitidos de generación en generación.
La arcilla se amasa a mano y luego se extiende bajo las estrellas para que fermente. A continuación, el artesano la trabaja, utilizando un torno de cerámica con pedal. Una vez moldeada, la cerámica se pone a secar al sol. Unos días después, cada pieza se cubre con un esmalte natural hecho con khôl, polvo de cobre, harina de cebada y piedras secas locales. Se trata de una ingeniosa aleación de manganeso, sílice, cobalto y óxido de cobre, ¡con almidón de cebada como aglutinante!
La cerámica se cuece al vapor en hornos tradicionales en forma de cúpula, calentados a más de 1000°, utilizando una mezcla de hojas de palma, espinas secas y astillas de madera. Este paso es el que da a la cerámica sus colores únicos, que recuerdan tanto a los verdes palmerales como al majestuoso desierto.
Al final de un proceso largo y casi meditativo, la colorida cerámica brilla al sol, simbolizando un precioso patrimonio de la región del Draa.
En 1675, la Zauïa Naciria llamó a los artesanos de Fez para construir y embellecer su biblioteca. Entre ellos había maestros alfareros.
Esta artesanía basada en materiales locales encontró en la región un terreno favorable, y los habitantes la adoptaron enseguida. En efecto, los limos arcillosos del valle de Draa son muy arenosos y se extraen de galerías subterráneas y no de la superficie, de ahí la resistencia del producto final.