Puerta del desierto y una de las primeras ciudades del Marruecos islámico, la ciudad de Siyilmassa fue durante siglos una estación imprescindible del comercio transahariano, y una ciudad resplandeciente que ha hecho correr mucha tinta entre historiadores y arqueólogos de diversos orígenes.
En su época de esplendor, Siyilmassa era una escala ineludible para el comercio transahariano. Comprendía varias kasbahs, la principal de las cuales albergaba el palacio del emir, la gran mezquita, un enorme mercado de comerciantes y talleres de acuñación de moneda.
Hoy en día, sólo quedan algunos vestigios de esta gran ciudad, sepultados bajo tierra. Sin embargo, su espíritu, su cultura y su patrimonio quedarán grabados para siempre en la memoria de Tafilálet, así como en la de Magrib Al-Aqsa.
La ciudad vanguardista
En 757-758, la tribu zenatí de Miknasa fundó Siyilmassa y su estado jariyí en la orilla izquierda de Oued Ziz, bajo la autoridad de Abu al-Kassim Samgou Ibn Wassoul al Miknassi, apodado Midrar Ben Abdellah. La ciudad atrajo entonces a las poblaciones de los alrededores y se transformó con el tiempo en una capital política y en un floreciente cruce de caminos, donde se reunían los comerciantes de varios países. Codiciada por las potencias regionales emergentes, como la autoridad de Kairouan bajo el califato abasí, Siyilmassa fue finalmente conquistada por los almorávides hacia el año 1055, quienes pusieron fin a su emirato, controlando así la gran ruta del oro de Bilad el-Sudan. El dinar almorávide se convirtió en la moneda más solicitada en ambas orillas del Mediterráneo debido a su naturaleza de oro.
La ciudad, que nació antes que Bagdad, capital de los abasíes (706) y Fez, capital de los idrisíes (808), perdió su importancia a lo largo de los siglos, sobre todo por la inestabilidad política de la región, y por el desarrollo de las rutas marítimas y las nuevas rutas terrestres. Finalmente sucumbió en el siglo XIV, sus monumentos fueron destruidos y sus habitantes se dispersaron por los ksours, pero su región sirvió de base para la reunificación de Marruecos en la época moderna bajo los Cherifes Alauitas, especialmente bajo el liderazgo del sultán Moulay Rachid (1664-1672), tras un largo periodo de anarquía.
Un enigmático yacimiento arqueológico
El yacimiento de Siyilmassa se extiende sobre un centenar de hectáreas entre la ciudad de Risani y Oued Ziz. A lo largo de los siglos, Siyilmassa ha sido reconstruida varias veces y los muros de adobe derrumbados sólo dejan montículos difíciles de leer. Varias investigaciones arqueológicas intentan desde 1973 desentrañar los misterios que siempre han rodeado este glorioso y enigmático pasado.
El yacimiento está abierto a los visitantes y se ha puesto en marcha un programa para salvaguardar y mejorar este patrimonio arqueológico e histórico bajo las Altas Instrucciones Reales.
En su apogeo, la ciudad de Siyilmassa se convirtió en un centro de comercio internacional. Así lo atestigua el famoso explorador Ibn Battuta, quien afirma haber conocido a los siyilmasianos durante su viaje a la China mongola de los Yuanes. Dedica un capítulo entero a la ciudad en el relato de su Rihla.
De hecho, durante su viaje a Bilad al-Sudan en 1352, Ibn Battuta permaneció durante algún tiempo en Siyilmassa, a la que describe como una metrópolis radiante. Invoca también su semejanza con la ciudad de Basora en Irak, especialmente en lo que respecta a la abundancia de dátiles, aunque precisa que los de Siyilmassa son mejores. A principios de 1353, continuó su viaje a Tombuctú embarcándose con una caravana comercial multinacional.